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Grasas, ¿cuántas más mejor?

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¿Es bueno comer grasas?

Una serie de publicaciones aparecidas en la prestigiosa revista The Lancet volvieron a echar tierra sobre las recomendaciones alimentarias vigentes. En este caso, las publicaciones hacen referencia a un estudio observacional en el que se pone de manifiesto que el consumo de grasas no tiene una incidencia decisiva sobre la mortalidad total ni tampoco sobre la salud cardiovascular. Veamos.

De los resultados del estudio se desprende que quienes presentaban un mayor consumo de hidratos de carbono también presentaban un mayor riesgo de mortalidad total, aunque no un mayor riesgo cardiovascular.

Por otro lado, la ingesta de grasa total o de cualquier tipo de grasa (saturada, monoinsaturada y poliinsaturada) se relacionó con un menor riesgo de mortalidad total y no determinó un mayor riesgo cardiovascular.

En otra de las publicaciones derivadas del estudio se pone de manifiesto que el grupo que presentaba un menor riesgo de mortalidad total era el que consumía de 3 a 4 raciones (de 375 a 500 g) de frutas, verduras y legumbres al día, siendo mínimo el beneficio añadido una vez superada esta cantidad.

Consideraciones críticas sobre el estudio

Al respecto del estudio que aparece en la revista The Lancet cabe hacer las siguientes consideraciones:

  • Es un hecho diferenciador que la población a estudio incluya 18 países diferentes de diversas zonas geográficas, no solo de Europa o Norteamérica que es donde se suelen centrar habitualmente este tipo de estudios. De este modo, se ofrecen resultados que no están sujetos a los patrones occidentales típicos. En este sentido, la referencia a dietas ricas en grasa o en hidratos de carbono de países como India o Zimbawe poco tendrán que ver con el mismo concepto en los países occidentales, por lo que su aplicabilidad puede ser cuestionable.
  • Se trata de un estudio observacional del que solo se pueden establecer correlaciones y no relaciones de causa-efecto. Sí es cierto que el estudio incluye 135.335 individuos, con un seguimiento medio de 7,4 años.
  • Parece poco razonable que no se hagan distinciones en el estudio entre los diferentes tipos de hidratos de carbono, incluyendo dentro del mismo grupo los provenientes de legumbres, cereales y semillas integrales junto con los almidones refinados o el azúcar añadido.
  • Tampoco se mencionan las grasas trans o las omega-3. De igual modo, ¿es lo mismo una grasa refinada que una ‘natural’?
  • De nuevo, hablar de nutrientes en lugar de alimentos concretos no es una forma sencilla de transmitir mensajes que la población general pueda aplicar de forma directa a sus hábitos alimentarios.

‘Interpretar’ los resultados del estudio

Este nuevo estudio observacional –junto a otros anteriores– abunda en la idea de que las convencionales pirámides y recomendaciones nutricionales merecen ser revisadas y actualizadas. Las guías alimentarias, que han permanecido invariables desde hace varias décadas, surgieron entre otras razones por la necesidad de reducir el consumo de grasa, componente nutricional que estaba en el foco como causante de la mayoría de problemas de salud relacionados con la alimentación en los países occidentales. A todo ello contribuyó –como se ha sabido después– la ocultación por parte de la industria azucarera de investigaciones y evidencias que no dejaban bien parado al dulce elemento.

En cualquier caso, parece que el cambio de paradigma está cada vez más sustentado, dejando al consumo de hidratos de carbono refinados y de azúcar como principal factor de riesgo alimentario para la salud, junto con la ausencia de vegetales, frutas y semillas.

Otro elemento que se pone de manifiesto como relevante con la investigación publicada en The Lancet es el extracto social al que se pertenece, ya que el poder adquisitivo puede determinar un mayor acceso a alimentos frescos como frutas y verduras, cuyo consumo siempre se relaciona favorablemente con la salud.

Respuestas a la pregunta ¿entonces, qué comer?

Una respuesta a esta pregunta es destacar el valor de los alimentos vegetales poco elaborados, dando especial respaldo a las semillas integrales (legumbres, frutos secos, cereales y otras semillas), verduras, hortalizas y frutas, limitando el consumo de alimentos refinados, haciendo especial hincapié en el azúcar y los alimentos y bebidas azucarados.

Y, ¿qué hay de la grasa?

Pues esta nueva investigación apunta a que la grasa no es el factor alimentario más relevante en cuanto a la salud –ni siquiera la salud cardiovascular– aunque hablar de nutrientes aislados y no de alimentos (en los que se presentan mezclas más o menos complejas de nutrientes) tenga un sentido limitado.

Según el estudio citado, quizás deberíamos pedir perdón –como ya hicimos con el colesterol– al tocino. Pero no lo haremos (de momento).