
El alzheimer es una enfermedad progresiva que destruye las capacidades cognitivas de quién la padece. El principal objetivo es retardar su progresión lo máximo posible.
El alzheimer es una enfermedad degenerativa que determina un progresivo deterioro cognitivo y de la memoria. Una vez asumida la realidad, se trata de acompañar a nuestro ser querido e intentar que el progreso de la enfermedad sea lo más lento posible. El paciente de alzheimer va a requerir en algún momento de un cuidador permanente que se encargue de él en todas las actividades cotidianas. De momento la enfermedad no tiene cura y los efectos de los tratamientos farmacológicos son modestos. Cabe esperar, no obstante, que en un futuro cercano se pueda avanzar sustancialmente en el conocimiento de la enfermedad y se puedan encontrar tratamientos más efectivos y seguros.
Qué es el alzheimer
El alzheimer es un borrador silencioso que va dejando en blanco la pizarra de la memoria. Descubierta en 1907 por un médico alemán que le dio el nombre, el alzheimer es la más común de las enfermedades calificadas como demencias. Se trata de una enfermedad degenerativa en la que se produce una destrucción lenta de las células del córtex cerebral y una pérdida progresiva de las capacidades de funcionamiento del conjunto de las células cerebrales. Desde que la enfermedad empieza a manifestarse hasta el fallecimiento de la persona afectada pueden pasar de 10 a 15 años.
En España, se calcula que hay 600.000 personas con demencia, de las que 400.000 de ellas corresponden a casos de alzheimer.
Las causas de la enfermedad son desconocidas. En cualquier caso, los daños cerebrales se relacionan con la acumulación de una proteína producida por las propias neuronas, la proteína beta-amiloide. Sí se conocen algunos factores de riesgo para el alzheimer: la edad (por encima de 60 años crece el número de afectados); el esfuerzo intelectual vital que se ha realizado (cuanto más se haya ejercitado la mente, menos probabilidad de padecer la enfermedad); antecedentes familiares de síndrome de Down; traumatismos craneales; y antecedentes familiares de la propia enfermedad.
Síntomas del alzheimer
Los síntomas del alzheimer se centran en la pérdida progresiva de las funciones cognitivas, como la memoria, la capacidad de reflexión y el habla. El paciente con alzheimer comienza con pequeñas pérdidas de memoria y orientación. Se empieza por una dificultad para acordarse de acontecimientos recientes. Poco a poco, estos problemas se van extendiendo y afectan al recuerdo de los hechos más lejanos. Por otro lado, la persona con alzheimer tiene dificultades para comprender y utilizar las palabras y los conceptos, le cuesta acordarse de algunos nombres o confunde determinadas palabras con otras que tienen un significado o un sonido similar. También aparecen dificultades para coordinar los movimientos. Por todo ello, el comportamiento también se ve afectado, produciéndose cambios bruscos de humor, el paciente se vuelve impulsivo e irreflexivo. Al final del proceso, el paciente no puede desenvolverse solo y necesita ayuda para todo.
Qué necesita el paciente de alzheimer
Desde un punto de vista práctico es importante que la interacción con el paciente afectado de alzheimer tenga como objetivo el mantenimiento el mayor tiempo posible de su autonomía y sus capacidades cognitivas. Para ello se deberían contemplar actividades como enseñar al enfermo a realizar por sí mismo la higiene personal, vestirse, comer, etc. Para ello habrá que adaptar el material y las instalaciones dentro de lo posible a las necesidades del enfermo.
También las actividades de orientación son importantes, repitiéndole regularmente el nombre de los lugares que más frecuenta, los objetos que más utiliza, de forma individual y de forma colectiva, con el objetivo de estimular los contactos sociales.
Finalmente, otro aspecto esencial es el de intentar conservar la memoria, a partir de ejercicios, conversaciones y juegos específicos.
Prevención y Tratamiento
Debido al carácter irreversible de la enfermedad no se puede hablar exactamente de recuperación, sino más bien de un tratamiento destinado a mantener durante el mayor tiempo posible la lucidez del enfermo, sobre todo para que pueda realizar las actividades cotidianas.
Los tratamientos farmacológicos existentes se pueden calificar como poco eficaces. La evolución de los síntomas cognitivos (desorientación, memoria, lenguaje) pueden retrasarse unos meses con inhibidores de la colinesterasa y memantina. Para los síntomas conductuales se emplean psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos y antipsicóticos).