
Esta pregunta que aparentemente es tan sencilla se lleva analizando desde la Filosofía y la Psicología desde hace muchos años sin llegar a un consenso demasiado detallado.
En lo que todos estamos de acuerdo es que la felicidad consiste en un estado emocional en el que prima lo positivo, un estado muy reconfortante en el que nos gusta estar.
Una vez esta pregunta le hemos dado respuesta viene lo más complicado, ¿cómo alcanzamos la felicidad?
Cada uno decide tomar un camino diferente, y hacemos que la felicidad sea esa meta utópica por la que avanzamos.
Creemos que seremos más felices cuando consigamos ese trabajo que buscamos, cuando terminemos la carrera que nos da tantos dolores de cabeza desde hace años, venga ese bebé a la familia que tanto buscamos, termine de pagar la hipoteca, pueda cambiar el coche…
Esas son las metas, pero realmente una vez llegamos a ellas en muchos casos no las apreciamos y las pasamos de lado buscando otra meta. De manera que se produce un efecto curioso, nos olvidamos de vivir el presente, de disfrutar el momento que nos está conduciendo a esa meta. Esos pequeños momentos son los que nos hacen sentir bien, mejor incluso que el fin último.
Vamos a verlo con un ejemplo. Me propongo hacer el camino de Santiago y no puedo ir esperando todo el camino durante semanas a llegar a Santiago de Compostela como si aquello fuera la panacea de mi placer. El placer lo voy a encontrar en cada una de las paradas que haga antes de llegar allí, en los momentos que comparta con otros peregrinos o en aquellos percances que después serán los que más recuerde a lo largo de la vida.
Por tanto, tenemos que soñar, claro que sí, hacer lo que nuestra motivación nos demande, ir hacia esas metas (teniendo claro que son las que de verdad nos van a hacer sentirnos bien a nosotros y no que son impuestas por la sociedad como aquello que te va a hacer feliz).
Una vez nos encaminamos hacia la meta cada paso que demos tenemos que saborearlo, que celebrar los pequeños pasos, los pequeños éxitos; de esa manera tendremos la felicidad un poco más cerca.
Aunque sin obsesionarnos con ella puesto que eso puede llevarnos a una espiral auténtica de infelicidad y reproches hacia nosotros mismos, como vemos con aquellas personas que se obsesionan por mantener un cuerpo perfecto porque creen que detrás de eso se encuentra la felicidad por encontrar una pareja; o aquellas que creen que es el dinero el que da la felicidad y se exceden con sus trabajos descuidando otros aspectos importantes de su vida.